Si yo fuera
el caballo de tu tristeza
te llevaría muy quedito,
que nunca llegásemos
a tierra alguna,
y hasta que aprendieses
la palabra "si", al taconeo,
"yi" "ti" "chi"
una intención
o un balbuceo,
entonces, entendería yo,
tu drástica rienda,
tu látigo y tu espuela,
la caprichosa ostentación del "no"
como bandera,
sobre mi lomo el plomo,
la cruz de la negación ,
la artificial ceguera.
Imagen:
Nan Goldin
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