Nada puede sostenerme, nadie,
sin romperse las manos,
y quedarse, siempre,
con las palmas huecas, carentes
de todo lo que se escurre,
el humo o la vida;
puede que en las líneas de una mano,
persistan hebras de mi
pero su destino de humo
es inexorable, cualquier viento
las arrastra sin dirección,
sin trascendencia, sin sentido;
nada puedo retener, a nadie,
mis manos están arremolinadas
en el desesperante devenir
del despojo,
lo que escurre,
lo que se extirpa,
el humo o el corazón;
hay un río que desciende,
que me inunda,
sus peces son resbaladizos,
como todos los peces
del barro,
y al fin, se evapora.
Imagen: Federico Bebber (Camarada Flowers, Presente)
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