Thursday, September 1, 2011

Discurso primaveral

Mi madre, que se hizo puta a los 40
me concedió casi todo,
tuvo, si, la santa piedad
de dejarme respirar,
me amantó y me llenó de mimos
como a un amante inédito y convincente,
me protegió
como a un incunable,
pero nada de eso puede agradecerse
porque su cuerpo
empezó a pudrirse sin más
a los 47;
y por método de negación,
por inducción de antítesis, advierto que,
a nadie tengo que agradecer
ni nada en el mundo existe
que algo me haya dado,
de manera que tanto el gesto
como la palabra ("gracias")
sobran en mi glosario;
mi padre me acomodó
a cintazos los patitos voladores
y me arrancó de cuajo
cualquier hierba de "perdición";
mis amantes me exprimieron,
me sacaron todo
desde el dinero en los bolsillos
hasta el último calzón,
después me dejaron,
no las culpo,
y yo me quedé mirando, boludamente,
la nada,
como un personaje de Friedrich,
sin nadie ni nada que agradecer,
a mis pies,
un pedazo de tierra tardío
donde los huesos se confunden,
impunemente,
con las lombrices y las hormigas.

Imagen: Jan Saudek y Sára Saudková

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