Los días caen grises, e irremediablemente frías las piedras, secas en sí, rígidas y estóicas sobrellevan el azote del mar, de la lluvia, de los vientos, que las desgastan sin piedad, el tiempo está hecho de agua y viento y si yo fuese la carne de la piedra, ni tu aliento ni el amargo chaparrón de tu palabra vulnerarían mi materia como lo hacen, sí, con esta forma mía tan humana, tan precaria.
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