Sunday, June 5, 2011

Un mundo distinto

La chica que no para de soñar

Ver un partido entre Federer y Nadal, o Nadal y Federer, para respetar la fría voz de las estadísticas, puede devenir una experiencia extasiante. Parece un mundo construido dentro del mundo, o fuera, no sé. Una cueva subterránea a la que no llegan los ruidos atronadores de la ciudad, el egoísmo, las necedades, la brutal concepción del tener por tener, aun si para tener es necesario aplastar al otro.
Creo que en el centro de este mundo particular está la impronta del goce. El goce, a pesar de los instantes de sufrimiento, de nervio intenso, de catarsis emocional, de explosiones de júbilo.
Para entrar en este mundo tengo que despojarme de preconceptos, de prejuicios, de "gustos". Tratar de olvidar que me fascina el juego de Federer, la sutileza de su revés, su muñeca tan versátil. Tratar de olvidar que Nadal se rasca el culo hasta la exasperación, que grita en exceso sus puntos ganados o que tiene el rostro del demonio. Me saco el sombrero ante este tipo al cual, el "quisquilloso" de Sarmiento no dudaría en tildar de "salvaje" o representante de la "barbarie". Ese tipo que gana los partidos, además de jugando un tenis visceral, efectivo y preciso, dejando en la cancha su sangre, su sudor y sus lágrimas.
También me saco el sombrero ante el tenis precioso de Federer. Ese tipo que gano todo pero sigue perdiendo los partidos con Nadal en un rincón insondable de su cabeza. Todos los hombres tienen una sombra. Un caso de diván.
El mundo particular de Federer y Nadal o viceversa. Lo decía Cappa el otro día: "el mundo sin sueños no tiene sentido". Es como si en efecto, un partido entre ellos dos, transcurriese en el sueño de la chica que no para de soñar. No se trata de tenis, solamente. Hay otra cosa. "Mouriño gana, pero no te queda nada en el alma", remató el maestro.
En este mundo particular hay unos valores extraños para "el mundo, pero que están todos atados a uno: no vale ganar por ganar, no vale cualquier método, el fin no justifica los medios.
En este mundo particular ganar un punto por el error del juez es una ignominia. Tanto es así que, Roger o Rafael se encargan de señalar cuando hay un fallo equivocado que los ha beneficiado y ha perjudicado a su adversario.
En este mundo particular uno y otro se sorprenden ante las jugadas brillantes del que está enfrente. Se pueden quedar parados y aplaudir al otro. O, simplemente, mirar la nada con un gesto de incredulidad: "mira lo que ha hecho el tío éste".
El juego de miradas es una cosa de locos. Hay una complicidad que remite a una remota solidaridad entre humanos, sólo practicable en este mundo. "No soy nada sin vos y quizá, vos no seas nada sin mi". Adversarios, sin embargo, es como si siempre contaran con la mano del rival.
Esto puede parecer demasiado utópico, romántico, si analizáramos que los dos están forrados en guita y en fama. Pero en la carrera del "tener por tener", del "tener más", de "poseer", se convierte en una piedra en medio del barro. La gloria no parece ser, en este mundo particular, un muro que los separe. La gloria es una anécdota, la amistad o la lealtad, la sustancia.
Me pregunto que sucede cuando cada uno sale de "ese mundo" para regresar al mundo. Sospecho que, como el Caballero de la Triste Figura, ambos deben enfrentarse a realidades drásticamente opuestas (y dolorosas) a ese mundo de ficción que fluye cada vez que se enfrentan.
Es probable que se pierdan en la maraña aterradora de la competencia, del "ganar por ganar", del "aplastar" al otro si es necesario para quedarse con algunos billetes más o un trofeo, de la discusión amarreta, del egoísmo o del empleo de cualquier medio para obtener una medalla que con el tiempo se opaca o se oxida.
Quiero creer que no, que no es así. Quiero creer que los tipos llevan sus valores a todas partes. Es más, estoy seguro, ahora que lo pienso, de que, frente al "mundo real" las ilusiones de estos dos han de ser locura, invenciones de hombres "sin juicio" o "sin seso".
El llanto de Roger, su impotencia, la alegría de Rafael, su euforia, han de aparecer ante el mundo como causales de "risa". Lo que importa para el "mundo real" es cuantos torneos ganaron, cuanto dinero, cuantas mujeres, cosas que a ellos, parece tenerlos sin cuidado en su "mundo particular".

Imagen: Univisión 

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